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Estas son las causas de la lucha imparable que une hoy a las mujeres
“Las mujeres no estamos dispuestas a dar un solo paso atrás”. Lo dice Florence Thomas, quien lleva la mayor parte de su vida siendo activista feminista.
“Siempre es el momento para las mujeres, no hemos retrocedido. Yo creo que nuestra lucha es imparable”, agrega Thomas, coordinadora del grupo Mujer y Sociedad de la Universidad Nacional. Ella llegó a Colombia en los 60 y se convirtió rápidamente en una de la voces y caras del feminismo, sobre todo en un momento en el que las mujeres apenas conocían el voto.
se puede ver que esa lucha imparable de la que habla Thomas ha logrado un panorama cada vez más igualitario para las mujeres en el país. Sin embargo, siempre hay logros pendientes.
Por ejemplo, menos del 20 por ciento de las curules en el Congreso son ocupadas por mujeres; ellas tienen una mayor tasa de desempleo que los hombres; cuentan con menores representaciones en cargos directivos, y todavía persisten las brechas salariales y de labores en el hogar.
Son los movimientos feministas los que han logrado importantes avances en reivindicar los derechos de un poco más de la mitad de la población de Colombia.
Aunque las luchas han ido por casi los mismos caminos en el mundo, Colombia ha tejido otro escenario como consecuencia del conflicto armado, que nos marcó por más de 50 años y aún hoy está en proceso de implementación.
Catalina Ruiz-Navarro, otra de las abanderadas de la causa feminista, columnista, integrante del colectivo Viejas Verdes y editora de una revista feminista, sostuvo que, precisamente, la lucha feminista no se puede ver en Colombia de la misma forma como se hace en otras regiones.
“La lucha por reivindicar los derechos de las mujeres en el país está intrínsecamente amarrada al fin del contexto armado. Precisamente, por el hecho de que se haya firmado un acuerdo de paz, la lucha feminista ha avanzado, ya que históricamente han dedicado todo su trabajo a la construcción de paz y la reparación en contextos de conflicto. En el momento en que se acabe ese proceso, las feministas podrán dedicarse a situaciones más cotidianas como el acoso callejero”, señaló.
Aunque los procesos han sido distintos, las épocas de conflicto armado también han sido una muestra del poder de la mujer, como agrega el colectivo defensor de la equidad de género SietePolas.
“Las mujeres víctimas en Colombia han tenido además que hacer prueba de resiliencia en los 50 años de guerra. Para sobrevivir, para hacer frente a la violencia, para enfrentar la viudez, la muerte de hijos, para enfrentar el desplazamiento forzado”, resalta el colectivo.
Con el proceso de paz en la mira, los nuevos movimientos feministas en el país, como el de Viejas Verdes, Siete Polas y Estamos Listas, entre otros impulsados también por la tecnología, avanzan en el único fin que las une a todas: igualdad en lo político, social, sexual, educativo, económico y laboral.
Aumenta la participación en política
Aunque la mujer pudo votar por primera vez en Colombia hace casi 62 años, su participación en política todavía no es igualitaria. Tanto así que su presencia en el Congreso, por ejemplo, es apenas del 19,7 por ciento de las curules.
Sin embargo, en los últimos ocho años, ha aumentado su participación como votantes, candidatas y representantes en las elecciones para este cuerpo colegiado.
El año pasado, de los 18 millones de colombianos que estaban habilitados para votar, el 51,7 por ciento fueron mujeres, de acuerdo con las cifras presentadas en el informe ‘El camino hacia la paridad en el Congreso colombiano’, elaborado por ONU Mujeres y la Registraduría Nacional.
Según Ana Güezmes García, representante por el país de ONU Mujeres, “el informe desmonta el mito de que a ellas no les interesa la política, y lo que muestra es que votan más que los hombres en todas las edades y en todos los territorios del país”.
Asimismo, el porcentaje de mujeres candidatas a curules también se incrementó. En el 2010, fueron un 20,5 por ciento; en el 2014, un 32,4 y en el 2018, un 34,5 por ciento.
En las elecciones del 2018 se aplicó por segunda vez la Ley 1475 de 2011, que exige una cuota mínima de participación del 30 por ciento de uno de los géneros, lo cual se dio en 14 departamentos, incluyendo Bogotá. Para Güezmes, los partidos cumplen la cuota, pero la utilizan como punto de llegada y no de partida para integrar a más mujeres.
En los departamentos donde rige la cuota, la tasa de participación femenina en las candidaturas fue del 40,5 por ciento, por lo que superó en diez puntos porcentuales lo que la ley establece.
En las elecciones al Congreso en 2018 fueron elegidas 55 mujeres de las 279 curules, una menos al comparar los resultados del 2014. En el Senado, 23 curules son ocupadas por mujeres, la misma cifra del 2014, que corresponden al 21,3 por ciento. Por su parte, la Cámara de Representantes perdió una curul, al pasar de 33 a 32 mujeres elegidas, para un 18,7 por ciento.
Finalmente, Güezmes añadió que los principales retos para lograr la paridad política son los de acabar con la cultura de la impunidad y la discriminación de las mujeres e incentivar a que participen mucho más en ese ámbito.
Más educadas, pero con menos trabajo
En Colombia, la mujer apenas logró estudiar el bachillerato y acceder a la educación superior desde 1933, por lo que las primeras universitarias del país se registraron en 1938, cuando seis de ellas tuvieron la posibilidad de graduarse. Con eso, los movimientos feministas que buscaban mayores oportunidades educativas empezaron a gestarse a finales de la década de los 40 y se reforzaron luego de que la mujer tuviera el derecho al voto, desde 1954.
Aunque se lleve décadas en esta lucha, la desventaja en el acceso a la educación sigue presente. Según datos del Observatorio Público de Empleo, el 36,7 por ciento de las mujeres empleadas solo tienen educación media, el 15,6 cuenta con educación técnica laboral y el 17,9 por ciento, con educación superior.
Para Florence Thomas, aunque las mujeres tienen hoy más posibilidades de acceder a la educación, sus responsabilidades en el hogar pueden volverse un obstáculo para crecer profesionalmente. En ese sentido, la ministra de Trabajo, Alicia Arango, manifestó en días pasados que a causa de las labores del hogar, la mujer tiene muchas más horas de trabajo, por lo que urgen medidas para equilibrar esas cargas.
Cabe recordar que aún hoy la tasa de desempleo femenino es mucho mayor que la de los hombres. Según datos del Dane, en enero de este año, el porcentaje de mujeres desempleadas fue del 16,9 por ciento, mientras que la de los hombres llegó a 9,8.
Además de tener menos oportunidades para entrar al mundo laboral, las brechas salariales persisten. Según el Ministerio de Trabajo, en el sector urbano, los hombres ganan 17 por ciento más que las mujeres, y en el rural, la diferencia llega a 45 por ciento.
También hay que incluir la brecha que existe en cuanto a la promoción de candidatos en el ambiente laboral. Según una encuesta de Hays, empresa experta en selección de personal, el porcentaje de ascensos de los hombres es del 17 por ciento y el de las mujeres, del 9.
Más derechos sexuales y reproductivos
En Colombia, la búsqueda por más libertades y derechos sexuales y reproductivos es aún una lucha vigente. Aunque con la masificación de los anticonceptivos en el mundo, a finales de los 60, las mujeres tuvieron más posibilidad de controlar la natalidad; el aborto, por ejemplo, no ha sido plenamente legalizado en el país.
Desde el 2006, la Corte Constitucional les dio la posibilidad a las mujeres de abortar si presentaban una de tres circunstancias: cuando el embarazo pone en peligro la salud –física o mental– de la madre, cuando es el resultado de una violación o incesto o cuando hay malformaciones del feto.
Con ese panorama, según Profamilia, en el 2017 se practicaron en el país un total de 10.514 interrupciones voluntarias de embarazos. Pese a que todavía no hay una cifra oficial de cuántos abortos clandestinos se practican, estiman que podrían ser hasta 400.000 al año.
En el marco de la búsqueda por la libertad surgió Viejas Verdes, a favor del aborto. Matilde de los Milagros Londoño, del colectivo, señaló que aunque ha habido avances en ese sentido, las necesidades de cerrar las brechas todavía persisten. “En la región hay un atraso evidente en términos de salud y educación sexual y reproductiva, y debemos seguir exigiendo que se garanticen nuestros derechos”, concluyó.
Lucha contra la violencia de género
Mientras que la violencia contra la mujer en el país ha sido tradicionalmente un asunto invisible, en los últimos años, sobre todo con el proceso de paz, la situación de las mujeres ha tenido mayor eco.
Uno de los logros en esa lucha fue la Ley de Violencia Intrafamiliar, de 1996, que buscaba darles un marco legal a los delitos o crímenes cometidos en familias. El articulado, actualizado en 2012, también logró ser un punto de partida para la protección de la mujer en casos de maltrato y violencia.
Además de eso, feminicidios como el de Rosa Elvira Cely o el de la menor Yuliana Samboní han sido lamentables pretextos para que hombres y mujeres salieran a las calles a protestar y manifestar su completo rechazo ante esos actos.
“Se ve un avance de cómo las mujeres denuncian. Por ejemplo, en cuanto a las cifras de violencia intrafamiliar, yo no creo que haya mucho más que antes, lo que pasa es que hay menos miedo a hablar”, dijo la activista Florence Thomas.
De hecho, movimientos globales como #MeToo o #NiUnaMenos también han servido como un motivo para que en el país se empiecen a movilizar más personas.
“Definitivamente son tendencias dentro del movimiento feminista que han catalizado y dinamizado el movimiento nacional, en especial a través de la denuncia de la violencia y los feminicidios. Es notable que hoy en día, más personas reconocen la violencia de género como tal, y no simplemente como violencia, además de sus impactos desproporcionados y brutales con las mujeres”, agregó el colectivo SietePolas.
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